¡QUE PUEDA VER!
El Señor no mira nuestra grandeza ante los hombres, mira lo
sencillo y lo pequeño, nuestro interior y nuestra intención, escruta nuestros
corazones, aquello que es defecto para el hombre es virtud para Dios, y aquello
que es poder y riqueza ante los hombres es necedad y pequeñez para Dios, podíamos
decir sin lugar a dudas que la sabiduría de Dios nos lleva a una felicidad
distinta a la oferta que da el mundo, una felicidad que aunque no entendamos
nos desborda pero da sentido a nuestra vida a pesar de la dificultad y la
adversidad.
El Señor escoge a David como Rey, el más joven y débil, para
que entendamos que nuestra fuerza no viene de nosotros ni de los hombres,
nuestra grandeza y fuerza viene de Dios, y ahí radica nuestra fortaleza para
vencer al pecado y la infidelidad del hombre.
Tenemos una invitación formal del Señor para salir de la
oscuridad y de las tinieblas, para salir del pecado, para ser hijos de la luz,
que es lo opuesto a la perdición de la ausencia de Dios, donde el mal puede
llevarnos a la perdición, es decir, que la luz viene a salvarnos. Es una
llamada a la bondad, a la justicia, y la verdad, no estaremos cerca de Dios
sino sacamos esas virtudes de nuestro corazón, debemos ser abiertos al amor, y
por lo tanto abierto a la conversión. Que despertemos del sueño de nuestra
comodidad, de nuestro egoísmo, de nuestra torpeza y de nuestra ceguera
espiritual.
El ciego de nacimiento quería ver, quería encontrarse con
Dios, ¿queremos nosotros ver al Señor? ¿Nos conformamos con nuestra
mediocridad? Debemos pedir al Señor verle en todo aquello que vivimos, que
nuestra existencia sea para ser hijos de luz, y de esta manera des mascarar al
mal, al demonio y al pecado.
Vivir sin Dios es estar perdido, estar sin Dios no es
liberarse del cumplimiento de la Ley, sino es quedar esclavo del pecado y de la
corrupción, cuando eliminamos a Dios ya estamos presos del pecado y de la
corrupción, porque ya no distinguimos el bien del mal, por eso no nos cansemos
nunca de pedir que podamos verle en todo momento y lugar.
Javier Abad Chismol
Primera lectura
I Samuel 16:1, 6-7, 10-13
1 Dijo Yahveh a Samuel: «¿Hasta cuándo vas a estar llorando
por Saúl, después que yo le he rechazado para que no reine sobre Israel? Llena
tu cuerno de aceite y vete. Voy a enviarte a Jesé, de Belén, porque he visto
entre sus hijos un rey para mí.»
6 Cuando ellos se presentaron vio a Eliab y se dijo: «Sin
duda está ante Yahveh su ungido.»
7 Pero Yahveh dijo a Samuel: «No mires su apariencia ni su
gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada
del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el corazón.»
10 Hizo pasar Jesé a sus siete hijos ante Samuel, pero
Samuel dijo: «A ninguno de éstos ha elegido Yahveh.»
11 Preguntó, pues, Samuel a Jesé: «¿No quedan ya más
muchachos?» El respondió: «Todavía falta el más pequeño, que está guardando el
rebaño.» Dijo entonces Samuel a Jesé: «Manda que lo traigan, porque no
comeremos hasta que haya venido.»
12 Mandó, pues, que lo trajeran; era rubio, de bellos ojos y
hermosa presencia. Dijo Yahveh: «Levántate y úngelo, porque éste es.»
13 Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió en medio de
sus hermanos. Y a partir de entonces, vino sobre David el espíritu de Yahveh.
Samuel se levantó y se fue a Ramá.
Salmo responsorial
Salmo 23:1-6
1 Salmo. De David. Yahveh es mi pastor, nada me falta.
2 Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas
de reposo me conduce,
3 y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en
gracia de su nombre.
4 Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque
tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.
5 Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios;
unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa.
6 Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi
vida; mi morada será la casa de Yahveh a lo largo de los días.
Segunda lectura
Efesios 5:8-14
8 Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois
luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz;
9 pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia
y verdad.
10 Examinad qué es lo que agrada al Señor,
11 y no participéis en las obras infructuosas de las
tinieblas, antes bien, denunciadlas.
12 Cierto que ya sólo el mencionar las cosas que hacen
ocultamente da vergüenza;
13 pero, al ser denunciadas, se manifiestan a la luz.
14 Pues todo lo que queda manifiesto es luz. Por eso se
dice: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te
iluminará Cristo.
Evangelio
Juan 9:1-41
1 Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento.
2 Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o
sus padres, para que haya nacido ciego?»
3 Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se
manifiesten en él las obras de Dios.
4 Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado
mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
5 Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.»
6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y
untó con el barro los ojos del ciego
7 y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que
quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.
8 Los vecinos y los que solían verle antes, pues era
mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?»
9 Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno
que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.»
10 Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los
ojos?»
11 El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro,
me untó los ojos y me dijo: "Vete a Siloé y lávate." Yo fui, me lavé
y vi.»
12 Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» El respondió: «No lo
sé.»
13 Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego.
14 Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió
los ojos.
15 Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado
la vista. El les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»
16 Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios,
porque no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador
realizar semejantes señales?» Y había disensión entre ellos.
17 Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de
él, ya que te ha abierto los ojos?» El respondió: «Que es un profeta.»
18 No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido
ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista
19 y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís
que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?»
20 Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es
nuestro hijo y que nació ciego.
21 Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha
abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede
hablar de sí mismo.»
22 Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los
judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como
Cristo, quedara excluido de la sinagoga.
23 Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a
él.»
24 Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego
y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un
pecador.»
25 Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una
cosa: que era ciego y ahora veo.»
26 Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió
los ojos?»
27 El replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado.
¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros
discípulos suyos?»
28 Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres
discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés.
29 Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no
sabemos de dónde es.»
30 El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros
no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos.
31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno
es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha.
32 Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos
de un ciego de nacimiento.
33 Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.»
34 Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado
¿y nos da lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera.
35 Jesús se enteró de que le habían echado fuera y,
encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?»
36 El respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
37 Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando
contigo, ése es.»
38 El entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
39 Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo:
para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.»
40 Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le
dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?»
41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais
pecado; pero, como decís: "Vemos" vuestro pecado permanece.»