«Convertíos porque ha
llegado el Reino de los
Saldrá un vástago del tronco de Jesé. El Señor reaviva en
nosotros su Venida, nos invita a que nos preparemos, y esa preparación es la
conversión de los corazones, su Nacimiento no puede quedar tan solo como un
recuerdo histórico, ni tampoco podemos quedar presos del montaje social
navideño.
El adviento es tiempo de conocer el Espíritu de sabiduría, de
inteligencia y de prudencia, de consejo y fortaleza y todo eso nace del encuentro
con el Señor y en la inquietud que debe
nacer en nuestro corazón que nos lleva a la conversión plena. Es el signo
visible de la luz, de la Corona de Adviento, que va ganando luz según se acerca
el nacimiento del Salvador.
“Serán vecinos el lobo
y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro
pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá”. Todo ello solo puede brotar del
obrar del amor de Dios, para que rompa los prejuicios del mundo y se pueda
vencer al mal y al pecado que quiere destruir a la humanidad.
Todo lo escrito en anterioridad nos dirá San Pablo, es bueno
y positivo para nuestro crecimiento, y para que mantengamos la esperanza plena,
y de ahí ha de nacer la paz y el consuelo que nos debe caracterizar como Hijos
de Dios, como Hijos de la luz.
“Ya está el hacha
puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado
y arrojado al fuego”.
Juan Bautista vino a predicara la conversión, la venida del Salvador, vino a
bautizar con agua, para purificar de los pecados y de la incredulidad. Pero
será el Mesías el que bautizará para dar la gracia del Espíritu Santo, que es
la verdadera fortaleza para la conversión.
Isaías 11:1-10, Romanos 15:4-9, Mateo 3:1-12
Javier Abad
Chismol
Párroco