sábado, 8 de octubre de 2016

SEMANA XXVIII DE TIEMPO ORDINARIO, C-2016


JESÚS, MAESTRO, TEN PIEDAD DE

 NOSOTROS


Escuchar la voz del profeta, del hombre de Dios, es lo que nos lleva a la verdad. Los mensajes de Dios no siempre son agradables, son aparentemente difíciles o absurdos, pero es ahí donde se encuentra la confianza, y es por lo tanto donde se encuentra la fe en los milagros y la creencia de que el Señor puede curarnos de nuestras dolencias y de nuestros pecados.
Para quedar purificado de nuestra enfermedad, de nuestra debilidad, tenemos que volver a sumergirnos en las aguas del bautismo, para que limpios de nuestra culpa seamos hombres nuevos, y podamos afirmar como Naamán:
“Reconozco que no hay otro Dios en toda la tierra”.
Y esto le ocurrió cuando escucho al Señor, al hombre de Dios, y quedó curado de la lepra, que también nosotros podamos escuchar la voz del Señor, “que no endurezcamos nuestro corazón”.
Esa volunta se manifiesta en la Palabra, que no se encuentra encadenada, y por eso se puede soportar todo con la ayuda de la fe y la confianza plena en el Señor a pesar de las dificultades y la persecución. Que podamos ya experimentar que el Señor se hace presente en nuestras vidas y que camina junto a nosotros; si vivimos con Él, moriremos con Él. Dará así sentido a la lucha contra las fuerzas del mal que nos llevan al pecado y al alejamiento de la verdad.
Tenemos que tener la confianza plena de aquellos leprosos del Evangelio, de los enfermos, de los que se sienten manchados por el pecado y por las enfermedades de este mundo, que podamos acercarnos y decirle, que se apiade de nosotros, porque solo Él puede curarnos y salvarnos.
De los diez leprosos solo uno fue agradecer a Dios su curación, el resto no, por lo tanto el único salvado es el que reconoce al Señor y queda purificado en cuerpo y espíritu, que hoy escuchemos nosotros esas mismas palabras consoladoras de Jesús:
“Levántate, vete; tu fe te ha salvado”

Javier Abad Chismol

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