SANTOS ANÓNIMOS
(C-2016)
Aparecía a lo lejos una muchedumbre, enorme, los que vienen
de la gran tribulación, los que han lavado y blanqueado sus túnicas con la
sangre del Cordero. Es el sueño de Juan en el libro del Apocalipsis, del gran libro
de la Revelación y del final de los tiempos, nos encontramos ante la salvación
universal de la humanidad, todos los que han vivido y sufrido en este valle de
lágrimas, los que han sufrido la persecución, todos ellos salen purificados y
salvados.
Es el sello del Dios vivo, es la multitud de todo en nuevo
Pueblo de Dios de la Jerusalén terrestre que pasa a la Jerusalén celeste. Todos
estamos llamados a esa plenitud, es decir, estamos llamados a ser santos, a
semejarnos más al Señor, a quedar purificados de nuestros pecados, de nuestras
idolatrías, de lo que nos aleja del amor de Dios, hemos sido bautizados y
redimidos por la sangre del Cordero, nuestros pecados no pueden ser eliminados
por nosotros mismos, estos quedan purificados y blanqueados por puro amor, por
pura caridad.
Descubrimos la llamada a ser santos en las Bienaventuranzas,
en la pureza de corazón, en el camino marcado y anunciado en el Evangelio para
que podamos alcanzar ese grado de perfección, él está con los que lloran, con
los que sufren, con los atribulados. Tenemos que tener hambre de justicia, de
solidaridad de caridad, hambre por cumplir la voluntad de Dios en nuestras
vidas, de llegar a la máxima plenitud.
Eso es lo que recordamos en todos los santos, hombres y
mujeres desconocidos para el mundo pero no ante los ojos de Dios, personas
cumplidoras de la voluntad salvífica, es el día de los santos, de los hombres
que eran como nosotros, pecadores, débiles y frágiles corporalmente, son los
santos anónimos que hoy interceden por nosotros y que les recordamos con cariño
y que les pedimos que nos ayuden a ser santos.
Javier Abad Chismol