MIRAD VOY HACER ALGO
NUEVO
Llegan las palabras de esperanza a un pueblo que está “sordo”
y “ciego”, que está hundido ante el fracaso de la negación de Dios, de estar
preso del pecado, de la infidelidad, es el destierro que no nos deja estar con
Dios, tenemos que morir al hombre viejo
para que así brote algo nuevo en nosotros, en nuestras vidas, es la
transformación del pecado a la gracia, de la muerte a la vida.
El pueblo tiene que ser de nuevo salvado, al igual que
nosotros necesitamos y precisamos del amor de Dios, cada año vivimos la
cuaresma, la sensación necesaria de volver nuestro rostro a Dios, porque
estamos como cegados por nuestro egoísmo y necesitamos ese reencuentro, que el
Señor nos vuelva a salvar del pecado.
De esa experiencia viene a cada uno de nosotros el verdadero
conocimiento y práctica de nuestra fe, es decir, que para nosotros lo más
importante es Cristo, para nosotros es vital y fundamental el Señor, es más,
san Pablo llega a comparar la ausencia de Dios, la preferencia con las cosas
del mundo con el estiércol. Que no dejemos a Dios lo secundario, que sepamos
donde debe estar nuestra confianza, esa es la verdadera verdad, esa es nuestra
vida y por lo tanto nuestra meta y nuestro fin.
De tal manera que anhelemos la misma muerte que el Señor,
porque busco de todo corazón la resurrección, debo morir a las cosas del mundo
para así tener la vida que permanece, y es la salvación. Corremos hacia la
meta, pero ahora ya sabemos lo que queremos y lo que buscamos.
De nuevo los judíos ponen a prueba a Jesús, quieren pillarlo
con sus propias palabras, quieren que su lengua, sus palabras, sean su verdugo,
quieren que se rebele contra la ley de Moisés y de esta manera tener motivo
para condenarlo como blasfemo, como enemigo de Dios.
Le ponen una mujer delante de ellos, una mujer que había
cometido adulterio, y la ley dice que tenía que morir apedreada, le preguntaron
a Jesús que hacían. De nuevo las palabras de Jesús les desconcertado, “El que
esté libre de pecado que tire la primera piedra” y poco a poco se fueron todos
retirando, Jesús le dijo, ya no están tus acusadores, por lo tanto ya puedes
irte;” veté y no peques más”.
Así nosotros experimentamos que el Señor nos perdona de la infidelidad y de
la acusación a nuestros hermanos, es que en definitiva brote algo nuevo en nosotros.
Javier Abad Chismol
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