miércoles, 15 de abril de 2020

Miércoles de la Octava de Pascua, 15 de abril de 2020


LA FUERZA DEL NOMBRE DE JESÚS,
RECONOCER AL SEÑOR AL PARTIR EL PAN Y EN LA ESCRITURA


Los discípulos de Jesús toman el relevo de la misión, llevar a todos el mensaje de sanación, de salvación para todos los pueblos. Pedro y Juan se encontraron un hombre tullido que estaba en la puerta del Templo pidiendo limosna a los que entraban, este les pido una ayuda, Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte a andar.»

Todos quedaron estupefactos al ver el milagro que se realizó en nombre de Jesús, más fuerza que toda la riqueza, el oro y la plata, la fuerza de la bendición y de la presencia del Señor.

Jesús sigue apareciéndose a sus seguidores, pero todos tienen la torpeza a la hora de reconocerlo porque en el fondo les falta fe, como nos ocurre a nosotros. Como el relato de Emaús, cuando dos caminaban hacia esa ciudad contando todo lo que había ocurrido con Jesús, en esto se les acercó y se puso con ellos pero no le reconocían, Jesús les pregunta que hablaban y le contaron:

« ¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: « ¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» Él les dijo: « ¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres”.

Cuando Jesús hizo amago de irse le dijeron «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado.

Se dijeron uno a otro: « ¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»

A Jesús le reconocieron al partir el pan y en la escucha de la Escritura, que a nosotros nos ocurra lo mismo en nuestras vidas, que notemos esa cercanía y esa presencia.

Javier Abad Chismol

martes, 14 de abril de 2020

Martes de la Octava de Pascua, 14 de abril 2020


CONVERTÍOS Y CREED EN EL RESUCITADO


Pedro y los discípulos siguen recordando al Pueblo de Israel lo que ha acontecido, les dice que Cristo es el Señor, el Mesías al que vosotros crucificasteis. Muchos se dieron cuenta de esto, y se sintieron culpables por haber dejado de lado al Señor ante la cruz, negándole, huyendo o poniéndose de perfil.

Ahora se plantean que poder hacer, cual es la misión que el Señor les ha encomendado, les dijo Pedro: “Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.»

La conversión, el reconocimiento de los pecados es la clave para ponerse en camino, bautizar y anunciar el mensaje de la Buena Noticia y les exhortaba: «Salvaos de esta generación perversa.» De aquellos que en nombre de Dios y de la Ley de Moisés acabaron con Jesús, con la verdad.

Escuchamos como María esta junto al sepulcro llorando porque se han llevado el cuerpo del Señor, se le aparecieron dos ángeles de blanco y le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.»

Luego Jesús se dirigió a María y conversó con ella: Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.» Jesús le dice: «María.» Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» - que quiere decir: «Maestro» -.

Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.»

Jesús anima a María con esta aparición a la misión de la Iglesia y a tener fe y esperanza para anunciar a todos que Cristo vive, que ha resucitado y está entre nosotros.

Javier Abad Chismol

lunes, 13 de abril de 2020

Lunes de la Octava de Pascua, 13 de abril de 2020


HACED MEMORIA Y CONTAR LO QUE OCURRIÓ


Después de vivir la Pasión de Cristo, de sufrir junto al Señor los sufrimientos del mundo, llega el momento de contemplar el misterio de la Resurrección de Cristo, algo que debemos esforzarnos en hacer memoria, para que no olvide nadie aquello que aconteció en Jerusalén, por este motivo Pedro espabila el oído para que se sepa lo que ocurrió, hacer memoria, de esta manera Pedro levanta la voz para que escuchen todos, judíos y habitantes, que no pensaran que asesinando a Jesús todo estaba olvidado, por eso lo mataron, para olvidar y quitar del medio.

Escuchad a Jesús de Nazaret, que estuvo entre nosotros, que hizo milagros como bien sabemos, fue entregado injustamente, asesinado en la cruz por manos de los impíos. Dios lo resucito a los tres días de entre los muertos, por eso se nos alegra el corazón y estamos llenos de fuerza y de esperanza. Fue exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís.

La mujeres fueron al sepulcro, y se lo encontraron vacío y quisieron dar la noticia a todos, entonces Jesús les salió al encuentro y les dijo: « ¡Dios os guarde!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron.

Entonces Jesús les dijo: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»

Cuando paso todo esto, los judíos y los sacerdotes querían que esto no trascendiera y dieron la consigna: "Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos."

Hoy las lecturas nos invitan a tener memoria, a contar con gozo lo que ha pasado, decir que el sepulcro está vacío y a vencer la mentira.

Javier Abad Chismol



domingo, 12 de abril de 2020

DOMINGO DE RESURRECCIÓN 2020



LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
¡ALELUYA! CRISTO HA RESUCITADO


El Anuncio de la Pascua resuena en nuestros corazones, en toda la Iglesia, es la alegría plena que nos da la resurrección de Jesús, Cristo ha vencido a la muerte, ha vencido a las tinieblas, a la oscuridad y al pecado, y por lo tanto viene a rescatarnos, Él es nuestra esperanza, nuestro consuelo y nuestra salvación, porque ha vencido a nuestro gran enemigo que es la muerte, el sufrimiento, la tortura y la injusticia.

Después de vivir con intensidad los días de la Pasión del Señor, hoy contemplamos su gloria, hoy se transforma nuestra tristeza en alegría plena. Nuestra vida cotidiana va íntimamente unida a lo que significa la muerte con la derrota, cuando la muerte se convierte en el final, en la desesperación que se vive como fracaso. Todo el género humano quiere controlarlo todo, no quiere que nada se le escape, y ante la muerte solo está la resignación o el conformismo, o la mayor tendencia de hoy que es maquillar la muerte o incluso encubrirla. Vivir como si la muerte fuera algo que nunca va a ocurrir, o como si fuera algo solo para otros y vivimos al margen de ella.

En la presencia del Señor nos damos cuenta de lo que puede obrar en nosotros, de que la muerte no es una derrota para el ser humano, que la tiniebla se puede convertir en luz, que donde hay desierto puede brotar el agua, porque nuestra fuerza está en el Señor, donde está la muerte está la victoria, porque por puro amor el agua del bautismo nos hace volver a la vida.

Al igual que de la debilidad de los primeros discípulos de Jesús; de su cobardía, de su miedo, de su abandono e incluso de su traición, quiso Dios seguir contando con el hombre e instituyo la Iglesia, la familia de todos los hombres pecadores pero que quieren seguirle como camino, verdad y vida. Por este motivo creemos en una Iglesia que es santa porque es de Cristo pero a su vez de hombres pecadores.

La Pascua es para todos los cristianos signo de nuestra fe en que la vida no termina junto al sepulcro, de que estamos llamados a trascender nuestra existencia terrena, para poder así llegar a una plenitud plena, en definitiva dar la vuelta al sufrimiento, a todo lo que nos desborda y nos hace mal, para que se convierta así en gozo.

Transformamos la huida, el miedo, el abandono, la traición, en vida de esperanza, hoy oímos las palabras del Señor en nuestro corazón, hoy le escuchamos: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, en que cree en mí, aunque haya muerto vivirá, ¿crees esto?”

Hoy queremos ser como esos curiosos que se acercaban a los discípulos para ser curados, curada sobre todo de la incredulidad y de la ignorancia, una ignorancia que nace de la arrogancia del ser humano que no se deja curar por el Señor. Los milagros solo son posibles si tenemos la fe suficiente para que sea así, es decir, ver las maravillas de la humanidad desde la clave del amor bondadoso de Dios.

Tenemos que ser crédulos y no incrédulos, salir de nuestro poderoso ego anclado en la razón para ser hombres y mujeres de fe, que no nos pase como Tomás, hasta que no toco, no creyó, luego vinieron las lamentaciones por no fiarse, pero es que no nos acabamos de fiar, nos falta fe. Apostemos en la Pascua de fiarnos del Señor y que sepamos leer nuestra historia desde la clave de la fe.

Viene el Señor a nuestro encuentro, a nuestros corazones, con la misma alegría que sintió María cuando se encontró con su Hijo, ella, que guardaba todo en los más profundo de su corazón, que supo aguardar y esperar, que supo tener esa paciencia que solo puede darnos la fe, que brota del amor gratuito de Dios.

Por eso hoy estamos gozosos en el encuentro de María con su Hijo, y esa alegría invade nuestros corazones porque es la prueba evidente de que Cristo es la respuesta a la esperanza de todos los hombres, y que ahora nosotros tenemos que ser portadores de esa esperanza, es la bandera de que Cristo ha resucitado, es la alegría de una madre que se encuentra con su hijo después de haber vivido el sufrimiento, el abandono y el ultraje, es el llanto que se convierte en alegría.

Que esta culminación de la Pascua no sea una fiesta más, sino que nos sirva de verdad y de corazón para que seamos mejores hijos de Dios, que de vida al sueño salifico de Dios con todos nosotros, es decir, que de sentido a nuestras vidas. Como en la noche de la Pascua en donde hemos renovado nuestras promesas bautismales, donde hemos reafirmado nuestra fe en el Señor, en la Iglesia como portadora de ese mensaje que debe ser dado como Buena Noticia a todos los hombres, ahora como los apóstoles que se encuentran con el sepulcro vacío, que salgamos a las calles, a las plazas, sin ningún tipo de temor y de miedo, que digamos que Nuestro Señor ha resucitado, que se cumple su palabra.

Hoy nosotros al igual que los apóstoles buscamos los bienes de allá arriba, ponemos nuestra esperanza en aquello que trasciende, y hoy por lo tanto estamos dispuestos a morir por Cristo, porque morir es vivir, y vivir sin Cristo es la muerte que no tiene cura. Que escuchemos las palabras de Jesús en nuestras vidas,

¡PAZ A VOSOTROS!

Y que podamos decir a todos que

¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡ALELUYA!


Javier Abad Chismol

viernes, 10 de abril de 2020

VIERNES SANTO 2020


Viernes de la Pasión del Señor

LOS CLAVOS DE CRISTO


Resuenan en nuestros oídos los ruidos de los clavos de Cristo, un dolor que se va  clavando en lo más profundo de cada uno de nosotros, porque cada martillazo es un dolor para el mundo, para toda la humanidad, porque es la evidencia de un mundo sufriente carente de Dios, carente de amor fraterno, carente del espíritu de la verdad porque simplemente le cierra las puertas, porque nos tapamos los oídos ante el ruido del mundo y de sus dioses, no queremos ver el rostro de Dios.

¿Hasta cuándo resonarán en nuestros oídos ese ruido de llanto y de dolor? La amargura del Cáliz de la entrega, de la  generosidad de un amor entendido en gratuidad y al precio de la sangre de un inocente. ¿Cuántos inocentes sufren la crueldad en el mundo? ¿Cuántos niños huyen de la guerra y del hambre y les cerramos nuestras puertas y nuestros corazones? Nos invade el terror y el egoísmo, y nos cerramos a los problemas que no parecen nuestros, ¿miraríamos también indiferentes y expectantes la subida de Cristo al Calvario?

¿De que carecemos para ser insensibles ante la cruz de Cristo? Miremos los clavos de Cristo, miremos al árbol de la Cruz donde ha sido clavado el hijo del Hombre, miremos con vergüenza como esos clavos atraviesan las manos y los pies del Maestro y Señor, es el dolor del mundo, es el llanto del abandono, de la guerra y del terror. Es el sufrimiento que vivimos estos días con la pandemia, situaciones personales de personas que han perdido la vida, familiares que no pueden despedir a sus seres queridos, personas que están solas, es el dolor de los clavos de Cristo.

Sí, hoy siguen resonando esos clavos, y nos deben llegar hasta lo más profundo de nuestro ser, para que así podamos ser sensibles al sufrimiento y al llanto de nuestros hermanos. En la cruz de Cristo se encuentran nuestras miserias, nuestras cobardías, todo aquello que no nos permite ver el rostro de la verdad, el rostro de un Cristo ensangrentado por la crueldad del poder y de la codicia.

Los clavos de Cristo son la aparente victoria de Satanás, príncipe del pecado y de la tiniebla, esa sombra de muerte que merodea continuamente al hombre, esa sombra que hizo ver a Jesús en el Huerto que el Padre le había dejado solo, como también nos hace sentir a nosotros cuando nos sentimos abrumados por la enfermedad, por la injusticia, por el dolor o por la muerte. Las gotas de sudor de sangre son el precio de la pobreza humana, pero de la grandeza del amor de Dios, si, como si se tratara de una paradoja que no entendemos, ni comprendemos, pero ¿Qué explicación puede tener la cruz de Cristo? Nuestra lógica y razón quedaran desbordadas ante la macabra certeza de la tortura de la cruz y de los clavos de Cristo.

Nos dice el profeta Isaías que el siervo de Dios estaba irreconocible, se quiso revestir de miserable al Salvador, se quiso destronar al que es el rey del Universo, se nos vendió a precio de bandido y de malhechor al Salvador del mundo. En la cruz se ha clavado al amor verdadero, se le ha querido expulsar del mundo, se le quiso desterrar, y por eso hoy seguimos oyendo el ruido de los clavos de Cristo, ¿Cuántos se conmocionarán ante paso de la cruz de Cristo?

Hoy es bueno que miremos la cruz, y que no nos acostumbremos a verla, porque la cruz nos recuerda que el Señor cuenta con cada uno de nosotros, para que se pueda llevar esa cruz como una bandera de esperanza, y que a pesar de la crueldad de algunos, la esperanza siempre es posible, si cargamos todos juntos con la cruz de Cristo, si como el Cireneo ayudamos al Señor a llevar los pecados del mundo, nuestra miseria y la miseria de los demás.

Los clavos de Cristo son nuestras rebeldías, nuestra terquedad por lo fácil y lo cómodo, por intentar vivir sin Dios y huyendo de nuestra cruz y por supuesto de las cruces de los demás.

Contemplemos hoy el misterio de la cruz, escuchemos los clavos de Cristo y recordemos los momentos de la pasión, aquellos en  la que el pueblo entero gritaba hostigado por el poder religioso que liberaran a Barrabas, a un ladrón y a un asesino, muchas veces nuestro mundo aclama antes a personas arrastradas por el poder o incluso por el terror, porque no queremos oír los clavos de Cristo, cuantas veces gritamos el nombre de Barrabas para acallar o expulsar la verdad.

En la cruz se oyen las palabras de la turbe, ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!  ¡Qué sensación de amargura! Camino de la cruz, ultrajado, humillado, expulsado y burlado, despreciado por muchos, traicionado por uno de los suyos, y negado por otro. Se quedaron dormidos en los momentos de amargura y de dolor, solo, despreciado, perseguido y camino de la tortura, ese es el significado de los clavos de Cristo que sigue escuchándose aun en la tierra, por el dolor del pecado y de la infidelidad.

En ocasiones nos quedamos dormidos y no hacemos nada ante dolor del mundo, en otros le negamos o incluso le traicionamos, y en otros al igual que Pilatos, nos lavamos las manos porque pensamos que no es nuestro problema.

Miremos la cruz de Cristo, sus clavos, y miremos ese madero, esa bandera discutida que se alza en lo alto del Gólgota para vencer al mal, para morir por nosotros y llevarnos a la salvación.

Muere por nosotros, sufre por nosotros, carga con nuestras culpas, y obedece y sigue por cumplir la voluntad del Padre, miremos la cruz, miremos la esperanza y la resurrección, y acompañémosle en el tránsito de la muerte a la vida, de la desolación al consuelo, miremos los clavos de Cristo y seamos solidarios por la sangre de tantos inocentes que son víctimas de la codicia humana y de la ausencia de Dios, que nos podamos conmover cuando veamos la cruz y los clavos de Cristo.

Javier Abad Chismol


jueves, 9 de abril de 2020

HORARIO SEMANA SANTA 2020







JUEVES SANTO 2020


SE ARRODILLO ANTE NOSOTROS

LA CENA DEL SEÑOR, ENTREGA DE AMOR


Durante la cena Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed. Esto es mi cuerpo”. Después tomó un cáliz, dio gracias y lo dio, diciendo: “Bebed todos de él, porque esta es mi sangre, la sangre de la nueva alianza, que será derramada por todos para remisión de los pecados”.
Mt 26, 26-28


Conmemoramos el amor más grande que ha tenido Dios con todos nosotros, un amor que llega hasta el extremo, que llega a sus máximas consecuencias.

El Jueves Santo es para nosotros el memorial de aquella reunión de un grupo de hombres que se juntaron en una pequeña habitación para celebrar la Última Cena, la Última Cena del Hijo de Hombre con sus discípulos, con sus amigos, con su pequeño grupo de seguidores.

Nos reunimos alrededor de la mesa del altar, para compartir el pan bajado del cielo, el misterio más grande de amor que el Señor ha dado a toda la humanidad, es el mismo Jesús que a través de las palabras de la consagración del pan y el vino se convierten en su Cuerpo y en sus Sangre, y se nos da a todos nosotros, pasa a formar parte de cada uno, es la culminación máxima de amor. Al hacerse accesible a la humanidad nosotros nos configuramos con Cristo, y es entonces cuando estamos capacitados para asemejarnos a Él, para que se pueda cumplir en nosotros pobres pecadores, la llamada a la santidad, a ser como Cristo y peregrinar por este mundo siguiendo las huellas del Maestro, que se hizo uno como nosotros para acompañarnos hasta el Padre.



Tanto amo Dios al mundo que nos entregó a su único hijo, y todo lo ha hecho por amor, Cristo a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, se hizo uno más con nosotros, pero además lo hizo para servir y amar a la humanidad entera hasta llegar hasta el extremo.

Se arrodillo ante sus discípulos para lavarles los pies, un gesto de humildad y de servicio, y es que el Hijo del Hombre ha venido a servir y no ser servido, ¿qué Dios se pone a servir? ¿Qué amo de la casa sirve a sus criados? Sólo aquel que es el verdadero amor y busca el triunfo en la salvación de todos los hombres, que no quiere que ninguno de los que le ha dado el Padre se pierda, es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Pedro se negó a que Jesús le lavara los pies, pero aun así, Jesús le dijo con rotundidad, “si no te lavo los pies, no podrás contarte entre los míos”, y Pedro afirmo con rotundidad que sí, que las manos e incluso la cabeza.

Hoy conmemoramos y recordamos ese momento, la humildad del Señor, su entrega, su servicio, y su disposición a hacer la voluntad del Padre.

Hoy vemos a un Jesús sufriente, esperando que se cumpla la voluntad del Padre, Jesús sufre por nuestros pecados, por nuestra debilidad, y está dispuesto a cargar con nuestros pecados. Él que no había tenido pecado va a recoger los pecados de todos nosotros, se va a inmolar como el cordero de la pascua de los judíos, es el paso de Dios por y para toda la humanidad, ¡que amor tan grande!

Y es la sangre del cordero la que marca nuestras vidas, nuestras casas, nuestros acontecimientos, es ahí donde se encuentra la grandeza del Jueves Santo, es lo que celebramos hoy con gozo pero tristeza. Hoy contemplamos a un Jesús en el Huerto, sudando gotas de sangre, llorando, vemos al ángel del Señor ofreciéndole el cáliz de la salvación y de la redención, escuchamos al Jesús hombre, un Jesús sufriente que le pide al Señor que si el posible que pase este cáliz de amargura, un dolor que entrega hoy por todos nosotros, él es: “él cordero de Dios que quita el pecado del mundo, dichosos los que están invitados a la Cena del Señor”.

Nos consideramos indignos hijos tuyos, viendo nuestro pecado y nuestra miseria, no nos vemos dignos de que el Señor entre en nuestro interior, en nuestra casa, pero sabemos que solo un gesto, una palabra nos salvará y nos dará la gracia de la verdadera alegría y de la salvación.

Vamos a vivir y a actualizar esos grandes misterios, la humildad del Señor para darse por nosotros, para que con el gesto del lavatorio de los pies lave nuestro pecado, nuestras idolatrías, nuestras miserias, nuestras dudas y prejuicios, hoy le dejamos al igual que Pedro que nos lave aunque no lo entendamos, pero no importa porque eso es la fe y la confianza., es la figura del sacramento del Bautismo.

Celebramos también que nos da su Cuerpo y su Sangre, nos da la Eucaristía, y nos hace estar en Comunión el Señor todos los días de nuestra vida, hoy compartimos ese momento con el Señor porque queremos ser contado entre sus amigos y seguidores.

Y por último, le acompañamos a Jesús en el Monte de los Olivos, contemplamos a unos discípulos que se duermen que no saben estar vigilantes al igual que nos ocurre a nosotros, porque no somos capaces de estar atentos, que abandonamos a Jesús porque tenemos muchos quehaceres y cosas que nos despistan. Hoy sentimos esa llamada a estar vigilantes porque no sabemos ni el momento ni la hora.

Acompañemos a Jesús en el misterio del amor, acompañemos a Jesús en su camino del calvario, compartamos esos mismos sentimientos que se reavivan en nosotros, y que nos recuerdan que Cristo se entregó por nosotros y nos amó hasta el extremo.

JAVIER ABAD CHISMOL



miércoles, 8 de abril de 2020

Miércoles de Semana Santa, 8 de abril de 2020


¿QUÉ PRECIO TIENE EL HIJO DEL HOMBRE?


El Señor nos ha abierto el oído para que podamos escuchar sus mandatos y cumplir su voluntad, el profeta nos habla de no resistirse al Señor, por arduo que sea el camino y aunque nos encontremos con dificultad en la misión encomendada.

Nos dice el profeta Isaías: “Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos”.

Es el precio de la maldad del hombre que quiere acallar al justo, hasta el punto de la tortura, el sufrimiento, e incluso la muerte, es la antesala a muerte del Hijo del Hombre, es la pregunta, ¿pueden más los hijos de las tinieblas que los hijos de la luz?

Hoy en el Evangelio en este Miércoles Santo, escuchamos como Judas remata y efectúa la traición a Jesús, después de episodios que nos hacían ver la maldad, los celos, la envidia de este.

Jesús fue vendido por 30 monedas de plata, ese era el precio del Mesías, entregado por uno de los suyos, después del pago por parte de los Sumos Sacerdotes, Judas buscaba el momento de entregarlo. Era el momento de la Pascua y Jesús se preparaba para celebrarla con sus discípulos, Jesús sabía que estaba llegando el momento de la entrega, de la traición y del amor fraterno hasta el sufrimiento, el dolor, el desprecio y la muerte.

Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.», todos se miraban unos a otros para ver quién podría ser el traidor. Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: « ¿Acaso soy yo, Señor?»

El respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!» Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Sí, tú lo has dicho.»

Meditemos firmemente estos momentos tan doloroso para Jesús, el momento amargo del encuentro, del fracaso, de la traición y de la cobardía, pero si el grano de trigo no puede dar fruto, el sentido de la vida sobrepasa nuestra mente y nuestra comprensión, abracémonos a la  cruz y a la voluntad de Dios.

Javier Abad Chismol



martes, 7 de abril de 2020

Martes de la Semana Santa, 7 de abril de 2020


LO QUE TENGAS QUE HACER, HAZLO PRONTO


Dios no nos deja la mano, aunque no lo podamos ver, aunque nuestros pasos parezcan un fracaso, las palabras del profeta: «Por poco me he fatigado, en vano e inútilmente mi vigor he gastado. ¿De veras que Yahveh se ocupa de mi causa, y mi Dios de mi trabajo?»

A veces parece que Dios nos deja la mano, o incluso que la maldad triunfa o es más poderosa, o como la injusticia triunfa sobre la justicia, o como la mentira gana el pulso a la verdad, el triunfo aparente de los malhechores.

Pero no se nos dejará de la mano, aunque el camino se arduo y complicado, el Señor afirma al hombre de Dios: “Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.”

Entre la maldad del hombre y la incredulidad, triunfa Yahveh, aunque el enemigo esté a nuestro lado, como escuchamos en este tiempo de pasión, como merodea ante el Señor, la negación, la traición, la cobardía. Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará.»

La tristeza de la pena y la traición invade el corazón de Jesús, y nuestra pregunta de porque esto no se puede detener, sus discípulos quieren acercarse a Jesús y consolarlo, como si todo lo que anuncia no tuviera que pasar, Pedro le dice «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde.»

Pedro quiere mostrar su apoyo a Jesús, pero este le frena, para que comprenda la voluntad de Dios y cuál es la condición humana, de debilidad y de temor. Es más le dice que antes de que cante el gallo él le negara tres veces. Jesús conoce el corazón del hombre pero aun así se abraza a la voluntad del Padre, se abraza al misterio de la cruz.

Javier Abad Chismol


lunes, 6 de abril de 2020

Lunes Santo, 6 de abril de 2020


LA CAÑA QUEBRADA NO SE PARTIRÁ


El profeta Isaías nos habla del Mesías, que es el enviado, el que complace la voluntad del Padre para cumplir la misión que el Señor le encomienda, el Espíritu y la fuerza de la verdad plena habitan en él. Nos marca el camino que nos conduce a la libertad y a la verdad. La venida del Señor que nos anuncia el profeta no será espectacular, anunciara la justicia y denunciara la impiedad del mundo y la maldad del hombre que se ha alejado de su Creador, e incluso usurpa su nombre para actuar mal.

Y a pesar de la dificultad, la caña quebrada no se partirá, su voz se oirá y el mundo no la podrá callar. El Mesías vendrá para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas.

El Evangelio nos habla de Jesús que fue a Betania, donde Lázaro, al que había resucitado de los muertos. Allí estaban Marta y María, sus hermanas, María escuchaba al Señor y le ungió los pies con perfume y se los secó con sus cabellos y toda la casa se llenó de perfume. Judas, el traidor le pareció un desperdició lo del perfume, que se podía haber vendido  haber dado el dinero a los pobres, pero era un escusa, porque realmente era avaro y un ladrón.

Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis.»

Una gran lección para no usar las cosas de Dios para justificarnos o encubrir nuestras intenciones. Debemos purificar todo aquello que hacemos, porque lo actuamos y que buscamos, lo que tenemos que procurar es alcanzar a Dios y la verdad, muchas veces se usa a Dios para gratificación propia y colectiva, busquemos a Dios, al Mesías, y preparemos nuestro corazón para la Pasión del Señor.

Javier Abad Chismol



sábado, 4 de abril de 2020

DOMINGO DE RAMOS 2020


EL SEÑOR VIENE A SALVARNOS


Celebramos la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén. El Señor viene a nuestro encuentro, se hace presente en nuestras vidas, pasa por nuestro lado, lo hace de la misma manera que hace dos mil años, no lo hace con discreción, no lo hace a escondidas, lo hace públicamente.

Muchos salen con ramos y palmas, festejan que el Señor ha estado grande con nosotros y que por eso estamos alegres, ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Muchos mirarán con asombro por las calles, otros con cierto aire burlón, otros con indiferencia, pero muchos le miramos con alegría y gozo porque el Señor viene a nosotros, porque el Señor no se cansa de nosotros, porque cada año viene de nuevo para anunciarnos el camino de la salvación, y de nuevo también morirá por cada uno.

La bendición del Señor se hace presente, el designio salvífico de Dios se renueva, y también la oportunidad de caminar de nuevo hacia la Pascua, de quedar purificados de nuestros pecados, de poder volver a empezar de nuevo porque es Él el que carga con nuestras culpas.

El Señor nos ha dado todo lo que necesitamos para que podamos reconocerle y ser buenos enviados de Cristo al mundo para que seamos testigos de la verdad, para abatir a la mentira y al mal. Nos ha dado la palabra para dar aliento y ánimo al abatido, para ser transmisores de la palabra, es el Señor el que lo hace, es un milagro patente que el Señor nos da la fuerza, la fuerza de una Palabra que es viva y eficaz. Una Palabra que es capaz de transformar nuestras vidas y darnos “un corazón de carne” abierto al amor y a la entrega al modelo de Jesús, quien nos dio todo a cambio de nada.

Como dice Isaías el Señor nos ha abierto el oído para que reconozcamos su voz, para que no nos resistamos y nos echemos atrás, nos ha dado la fuerza y la valentía.

El Señor ha seguido adelante en la misión que el Padre le ha encomendado, y a Él al igual que a nosotros nos insultan, nos persiguen y nos calumnian. Podemos seguir adelante en el camino de la evangelización, no importan los ultrajes, ni la persecución, porque no podrán contra nosotros, estamos junto al Señor, y el es nuestro alcázar y nuestro refugio.

En el aparente fracaso está la victoria, después del dolor, del sufrimiento, de la injusticia, de lo absurdo, aparece la victoria, porque sabemos que el Señor nunca nos dejará, Él no nos abandonará, el coraje se nos dará como añadidura junto con la dificultad de la misión encomendada por el Señor.

Cristo a pesar de ser Dios, se quiso hacer uno de nosotros, se rebajó de su condición divina, y lo hizo pasando por uno de nosotros, y no quiso privilegios, ni pertenecer a una casta especial, quiso ser uno más, y además quiso estar con los más pobres, con los más desfavorecidos, con aquellos que nadie quiere, nos dio una gran lección de amor y de solidaridad con todo el género humano. También nos pide a todos nosotros que acojamos a los más desprotegidos, a los que nadie quiere; a los no nacidos por comodidad y capricho de unos padres que no quieren problemas, a los ancianos que estén solos, a los huérfanos, a las personas con problemas y dificultades, a los enfermos.

Ese es el amor de Cristo, ese es el amor verdadero, pero ahora bien, no penséis que os responderán con amor todo lo que hagáis por los demás, porque del amor y la entrega, muchas veces os devolverán mal, un mal en forma de envidia, de calumnia, de injusticia, de insulto, de incomprensión, de persecución, e incluso de muerte como le ocurrió a nuestro Señor, y nosotros que somos sus discípulos no podemos ser menos que el Maestro, seguir a Cristo, significa estar dispuesto a abrazarse a la cruz.

Cristo se rebajó de su rango, y lo hizo por amor, lo hizo con el corazón y obedeciendo al Padre, no lo hizo con la cabeza, porque si lo hubiera hecho con el sentido común no habría ido a Jerusalén, ¿qué no sabía lo que le esperaba tras su entrada triunfal? Por supuesto que sabía lo que le ocurriría, pero quiso que se cumpliera la voluntad del Padre.

También nosotros tenemos que aceptar los retos que el Señor nos pone en nuestra vida, tener paciencia para que se cumplan los tiempos de Dios, para abrazarnos a la cruz, para tener la firme esperanza de que después de la cruz y el dolor viene la resurrección y la vida.

Escuchar y contemplar la pasión de Jesús es vivir, recordar y actualizar el gran amor que el Señor nos tiene a todos nosotros, porque somos hijos queridos y amados de Dios, que cuando el Señor pase por nuestras vidas podamos afirmar con alegría y con cantos ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!

Javier Abad Chismol.



viernes, 3 de abril de 2020

VIERNES DE DOLORES, VIRGEN DOLOROSA


ACOMPAÑAR A MARÍA EN EL DOLOR


     María fue concebida sin mancha, sin pecado, María nace llena de gracia y de santidad, y hoy viene a nuestras vidas, a visitarnos, para que de la misma manera que ella fue la puerta de entrada para el Hijo de Dios, también nosotros descubramos a su Hijo.

     Muchas son las cualidades que podríamos destacar de nuestra madre, ella que era pobre, sencilla, fue la escogida de Dios, Él tiene preferencia por los pobres, por la gente que no tiene importancia ante los ojos del mundo, para saber cómo es nuestro Padre tenemos que mirar a María, cuando la contemplamos en la oración y el recogimiento descubrimos como nos quiere Dios.

     Se nos entremezclan varias ideas, por un lado María como primicia del amor de Dios al mundo, y por el otro el sufrimiento, el dolor de nuestra Madre ¿cómo pudo ella sufrir el dolor a los pies de la cruz? ¿Cómo pudo soportar lo que hacían a Jesús? Son tantas las preguntas que podríamos hacernos. Aprendamos a contemplar el misterio de María, aprendamos de ella.

    Hagamos un esfuerzo por parecernos cada día un poco más a María, ella que es la reina de la paz, ella que no lo preguntaba todo, ella que aceptaba la voluntad de Dios en su vida.

     Nos cuesta mirar a Jesús, muchas veces no lo entendemos, no entendemos a María, hemos perdido incluso el significado de su iconografía y la representación de sus figuras. Nos hemos acostumbrado al sufrimiento de María, al dolor de sus entrañas. Si la miramos con el corazón sincero y abierto nos daremos cuenta de que tenemos mucho que aprender.

     Respetar los tiempos de Dios, aceptar los planes de Dios en nuestras vidas es fundamental para poder ser felices, para poder llegar a la plenitud de la vida, para encontrar el verdadero sentido a nuestra existencia hay que aprender a mirar el dolor de María, su sufrimiento callado y obediente, cuantas veces nos quejamos de todo ante la Virgen o ante Nuestro Señor Jesucristo, os invito ha hacer una reflexión, que miréis fijamente a la Virgen dolorosa, a la Virgen sufriente, y como ella sabía vivir el absurdo del dolor, ella aceptaba porque tenía fe.

     Sí, María es la madre de la fe de todos los creyentes, de todos nosotros que nos reunimos habitualmente en el nombre del Señor y en memoria de nuestra Madre, la que nos acoge y nos quiere.

     Contemplemos a María ante la cruz, miremos también cada uno de nosotros la cruz de Cristo, vemos un hombre sufriente, castigado, insultado, humillado, y resulta “que es el Hijo de Dios”. ¿Qué tipo de Dios puede dejar asesinar así a su Hijo ante la mirada de María, su Madre?

     Ese es el gran misterio de la cruz, del amor, de la entrega y del sacrificio. Él es el verdadero cordero que nos libra a todos de la muerte porque carga con todos nuestros pecados. Ella lloraba mientras su Hijo estaba colgado en la cruz, como si fuera un malhechor, un delincuente, ¿Dónde estaba su delito? Su culpa había sido obedecer al Padre antes que a los hombres.

     Cristo murió por hacer la voluntad del Padre, y lo hizo ante los ojos misericordiosos y llorosos de su madre, unas lágrimas que son las que caen del cielo cada vez que los hombres y mujeres nos alejamos de Dios, y lo hacemos por temor, ¡Cuanto nos cuesta decir que somos creyentes! Hay que ser valientes luchadores del Evangelio, presumir de nuestro ser cristiano en el mundo de hoy.

     Sí, ser creyentes como María, dispuestos como ella a no abandonar nunca a su Hijo, ¿de que grupo queremos ser, de los que acompañaron a Jesús a la cruz, o de los que salieron corriendo? Os lo repito, ser valientes, mirar el dolor de María, no fue inútil, ella ayuda a todos los cristianos del mundo a seguir a Jesús, él que es el camino, la verdad y la vida.

     María lloraba, traspasada por la injusticia de los hombres, testigo de una muerte no merecida, Jesús, el Príncipe de la Paz, moría de una manera violenta, ¡Qué gran contradicción! De eco podemos escuchar las palabras de Jesús; “Yo, no he venido a traer la paz al mundo, sino la disputa”. Ser cristiano es ser un luchador por lo auténtico, por la verdad. Nuestro mundo quiere muchas veces que vivamos en una mentira, porque la verdad molesta e incomoda, y como molesta hay que eliminarla.

     ¿Cuantas veces crucificaríamos a Cristo? ¿Cuantas veces veríamos a María llorar desconsolada ante su Hijo? Por desgracia, lo volveríamos hacer, es más, lo hacemos muchas veces, cuando negamos nuestra condición de cristianos, cuando para no tener problemas nos callamos, cuando hacemos una religión a la carta y eliminamos lo que nos incomoda.

      Hay que hacer una llamada a la valentía de María, nuestra madre, Madre de la Iglesia, ella es la puerta por la que entramos todos, tenemos que tener suficiente fe para creer esto de verdad, para mirarla a ella ¡Bendita tú entre las mujeres! Ella la Madre piadosa, que vio morir a su Hijo por los pecados del mundo, vio morir al hijo amado ¡Qué dulce fuente de amor! Hoy nos unimos a nuestra madre en ese profundo dolor.

     Hoy pedimos a María amar de la misma manera que lo hizo ella, es decir, sin condiciones, de una manera gratuita, porque ese es el verdadero amor, aquel que no pide explicaciones porque es capaz de aguantarlo todo porque su fe es tan grande, que lo tolera todo con suma confianza y con paz.

     Cristo cargo con nuestras culpas, y María la acompaño hasta el calvario, hoy lloramos con María, hoy queremos también nosotros acompañar a Jesús, hoy queremos seguirle. Hoy contemplamos la cruz, y nos ponemos ante sus pies, como tu María.

     En la actitud de María cobra sentido el verdadero amor, un amor que es generoso y entregado, que se entrega siempre, que espera siempre, que llora en silencio. Madre de Dios, se tú la imagen conductora en las actitudes de la vida, hoy te pedimos que nos enseñes a permanecer  contigo junto a las infinitas cruces donde todavía sigue siendo crucificado tu Hijo.

     Ayúdanos a atestiguar el amor cristiano, hoy queremos vivir al ejemplo de tu Hijo, hoy queremos subir a la cruz, hoy descubriremos el amor y la paz que el mundo no entiende; ¿Porque no se evitó el sufrimiento? ¿Porque no bajo de la cruz? ¿Porque quiso morir solo delante de los hombres?

     Hoy en nosotros el sufrimiento, la paciencia, y el amor nos lleva a ser hombre  nuevos, esa es la propuesta que el Señor nos hace, para que nuestro cristianismo no sea mediocre, sino coherente y comprometido con nuestra sociedad, con nuestro mundo. Hoy tenemos que acompañar a nuestros amigos, familiares, vecinos, a la fe, hoy cada uno de los que estamos aquí somos los verdaderos transmisores de la fe, del amor de Dios.

     Que María nos de la valentía de estar con Cristo en la soledad, la incomprensión y el sufrimiento, todo por un amor que los supera todo.

     María, virgen madre de Dios, bendita y digna de toda alabanza, hoy te celebramos en el día de tu nacimiento, que eres la nueva Eva, que en la Iglesia se abre la puerta de nuestra salvación, en ti confiamos y a ti nos acogemos en este valle de lágrimas del dolor pero de esperanza, María madre de Dios, Ruega por nosotros.

Javier Abad Chismol

Viernes de la V Semana de Cuaresma, 3 de Abril de 2020


LA PERSECUCIÓN AL JUSTO



Jeremías escuchaba con temor y temblor como querían acabar con él, el profeta es el hombre de Dios perseguido por anunciar la verdad y la voluntad de Dios, decían contra él: « ¡Terror por doquier!, ¡denunciadle!, ¡denunciémosle!» Todos aquellos con quienes me saludaba estaban acechando un traspiés mío: « ¡A ver si se distrae, y le podremos, y tomaremos venganza de él!»

Pero sabía que Dios  estaba con él y podría llevar a cabo la misión del anuncio que le tenía encomendada, se sentía fuerte y poderoso por que saldría victorioso de la persecución, la mentira y la calumnia.

Nos recuerda las palabras de Jesús en el Evangelio cuando también lo quería apresar, se inventaban mentiras, calumnias, lo que querían plantear a los demás como un farsante y como alguien peligroso para poder quitarlo del medio, ahora sí, parecía que había llegado la hora de poder acabar con él.

Jesús les dijo: «Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?» Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios.»

Como vemos al igual que en el profeta Jeremías no se le atacaba por sus obras buenas, sino por blasfemo, porque decía ser el Hijo de Dios, y porque desmontaba su falsedad de vida en nombre de Dios, y por eso querían eliminarlo, aun no pudieron agarrarlo, pero realmente ya se acercaba el tiempo de la Pasión. La vida nos sorprende con la persecución al inocente anunciador de la verdad, los poderes de este mundo manifiestan así su fuerza para eliminar o sobrepasara a Dios, o es más, que el dios que pueda existir sea obra de ellos y por lo tanto manipulable.

Javier Abad Chismol



jueves, 2 de abril de 2020

Jueves de la V Semana de Cuaresma, 2 de abril de 2020


CUMPLE LOS MANDATOS DE DIOS Y TE IRÁ BIEN


Desde el principio de los tiempos Dios nunca nos ha dejado de la mano, hay un pacto entre Dios y los hombres, es lo que escuchamos en el libro del Génesis, cuando se dirigió a Abraham, una Alianza que es fiel y constante, dándonos la fuerza necesaria para afrontar todo lo que nos acontece en nuestra vida, no estamos solos, aunque en ocasiones el hombre viva al margen de Dios, unas veces a nivel global y otras a nivel personal.

Dijo Dios a Abraham: “Guarda, pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en generación.” La promesa se renueva de unos a otros, la misión del creyente, del hombre de fe es trasmitir el mensaje de verdad, que pone al hombre en su lugar, donde le corresponde.

Jesús nos pide que guardemos su Palabra, que sigamos sus pasos, Él es el camino que nos lleva al Padre, que nos lleva a la liberación, una liberación que no es la ausencia de problemas, o de circunstancias adversas, es la capacidad de seguir adelante ante lo que nos desborda, especialmente cuando algo nos sobrepasa o no encontramos soluciones a corto plazo, o simplemente no vemos solución, en ese momento más que nunca necesitamos de Dios y en el debemos poner nuestra confianza, aunque el final sea duro e incierto.

Cuando Jesús les hablaba de la vida eterna y de la promesa del Padre todos se revelaban contra Él, la fuerza de estas palabras les descocaba: "Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás."

Jesús les hablaba de fidelidad, de la vida eterna, de Alianza y promesa, y les decía que no menospreciaran a los mensajeros, a los profetas y que de esta manera no se manipule la voluntad a Dios, ni fabriquemos normas y leyes que están hechas a la medida del hombre y que en nombre de Dios muchas veces le dejan al margen.

Javier Abad Chismol


miércoles, 1 de abril de 2020

Miércoles de V Semana de Cuaresma, 1 de abril de 2020


LA VERDAD OS HARÁ LIBRE


La tentación del hombre es dejarse llevar por los poderosos de este mundo, por aquellos que tienen el control de todo, y a su vez, y en contradicción, ser fieles a Dios y a la verdad, desmarcarse del poder de este mundo, algo que  no resulta nada fácil.

Hoy el profeta Daniel nos habla del rey Nabucodonosor, y como se entera de Sadrak, Mesak y Abed Negó, no adoraban a sus dioses, y a la estatua de oro que había erigido. El rey les obliga a que se postren ante su estatua, y si no lo hacen serán arrojados al horno del fuego ardiente.

Estos tres hombres contestaron al rey; “Si nuestro Dios, a quien servimos, es capaz de librarnos, nos librará del horno de fuego ardiente y de tu mano, oh rey”.

Entonces el rey pidió que se encendiera el fuego siete veces más fuerte de lo normal, los echaron al fuego atados y cuando el rey miró el horno, resultó que vio a estos tres hombres libres por el fuego, y no solo eso, sino que veía a cuatro, y el cuarto parecía ser un ser divino.

Después de ver este fenómeno el rey afirmó: «Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó, que ha enviado a su ángel a librar a sus siervos que, confiando en él, quebrantaron la orden del rey y entregaron su cuerpo antes que servir y adorar a ningún otro fuera de su Dios.”

La fuerza de estos tres hombres de fe, íntegros, nos recuerdan las palabras que escuchamos en el Evangelio: “Conoceréis la verdad y esta os hará libres”. Esa verdad a la que se abrazaron los tres hombres que prefirieron morir que vivir en una mentira u obedecer a los poderes de este mundo.

Muchos del pueblo de Israel no querían reconocer a Jesucristo y por lo tanto al que le ha enviado, y por eso lo querían matar, porque la verdad molesta y se quiere eliminar, se prefiere vivir en una mentira de masas que en la verdad plena.

Que nosotros nos podamos abrazar a la verdad y no nos dejemos achantar por los poderes del mundo y que estemos dispuestos a perderlo todo incluso la propia vida, y de esa manera seremos plenamente libres.

Javier Abad Chismol