DIOS CREA AL HOMBRE POR
AMOR
Dios no hizo la muerte, ni se complace destruyendo a los
vivos, pero entonces, ¿Por qué existe el mal, el pecado? ¿Quiere Dios el
pecado? Pues bien, Dios creo todo por amor, y como dice el libro de la
Sabiduría, hay armonía en todo lo creado, la creación no está defectuosa, por
lo tanto no hay veneno de muerte, ni el abismo reina en la tierra.
Por ello afirmamos que la justicia es inmortal, porque somos
criatura de Dios, a su imagen y semejanza, y por lo tanto llamados a trascender
nuestro cuerpo mortal, es una llamada plena a la vida eterna. Entonces ¿Por qué
el mal? El mal se produjo por la envidia del diablo y por allí entró la muerte
en el mundo.
¿Cómo vencemos al mal? En primer lugar poniendo a Dios en el
lugar que le corresponde, venciendo la tentación de ser como dios o de
sobrepasarle, que es la gran debilidad del ser humano, creerse fuerte y capaz
de superar al creador y jugar a ser su dios. Para ello la caridad debe habitar
en plenitud en nuestro corazón, porque si así lo hacemos, venceremos la
soberbia, y seremos humildes reconociendo nuestra debilidad, y sintiéndonos amados
por Dios en nuestra pobreza, poder ser así caritativos con los demás.
Jesucristo siendo rico se hizo pobre, siendo Dios se hizo uno
como nosotros, pudiendo esquivar el sufrimiento, la persecución, la injusticia,
el sufrimiento y la muerte, no lo hizo, y se entregó por puro amor a todos
nosotros, buscando la igualdad y el servicio.
Jesús obra milagros si le dejamos que actúe, como el jefe de
la Sinagoga, Jairo, que fue a buscar a Jesús convencido que podía curar a su
niña que estaba muy enferma, que si le impusiera las manos, esta quedaría curada,
quedaría sana, demostrando así su fe.
Todos decían que ya no había nada que hacer, que estaba
muerta, pero Jesús dijo que estaba dormida, le toco la mano se dirigió a ella
diciendo: «Contigo hablo, niña, levántate». Todos quedaron asombrados por el
poder de Jesús.
Hoy también se acerca a nosotros y nos toca la mano, basta
que tengamos fe de creer en el poder de Dios, que viene a curarnos y a
sanarnos, que ha venido no a condenarnos, ha venido a salvarnos.
Javier Abad Chismol