sábado, 15 de febrero de 2014

VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO A

LA LIBERTAD DEL HOMBRE, ES PODER ELEGIR



El señor nos ama y por lo tanto nos ha dejado completamente libres, con la posibilidad de estar cerca o lejos de Él. Nos dice uno de los libros de la sabiduría, que ha puesto fuego y a agua a nuestro alcance, el bien y el mal, la fe o la incredulidad, el amor o el egoísmo, ¿Cuál es nuestra opción? ¿En donde reposa la libertad?

Unos piensan que la libertad es acabar con Dios, con preceptos, con normas y con religiones, se saltan al verdadero Señor para sobrepasarlo, para quedarse tan solo en lo errores humanos, en los defectos de las religiones y con esa excusa ya no quieren saber nada de Dios, es la opción a renegar de ser hijo de Dios, y convertirse así en juez de la mi historia y de la humanidad, un mundo si Dios, es un mundo libre.

Es bueno tener temor de Dios para no caer en la ignorancia del aniquilamiento de Dios, el que teme cuida su vida, su moral, el que no teme se considera hasta dueño de su conciencia, juez de lo bueno y de lo malo, legisla sin escrúpulos porque la norma moral es el mismo y su pensamiento.

Somos privilegiados por la fe, porque aquello que los sabios de este mundo no ven, aquello que no sienten, se nos ha sido revelado en nuestro Señor Jesucristo, ¡qué gran regalo es la Fe! El Señor nos ama porque nos ha mostrado el tesoro escondido a los hombres incrédulos. Privilegiados no por ser mejores, sino por abrirnos al misterio de la fe y del amor de Dios, es regalo y compromiso, y lo que es más importante portadores de la fe a todos los hombres, para que vean, para que oigan, para que caminen y se abracen a la verdad.

Pero no caigamos en el extremo de abolir la Ley de Dios con una especie de buen ismo basado en un amor abstracto, cumplir la Ley es vital para no perder en norte de lo que es bueno y de lo que es malo, y eso no entra en contradicción para nada con el amor de Dios. Abrazo y amor en corrección que nos lleva a ser cada día mejores, y no por nuestros méritos, sino por la gracia de Dios.

Javier Abad Chismol




sábado, 1 de febrero de 2014


LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
2 DE FEBRERO 2014

Aunque esta fiesta del 2 de febrero cae fuera del tiempo de navidad, es una parte integrante del relato de navidad. Es una chispa de fuego de navidad, es una epifanía del día cuadragésimo. Navidad, epifanía, presentación del Señor son tres paneles de un tríptico litúrgico.
Es una fiesta antiquísima de origen oriental. La Iglesia de Jerusalén la celebraba ya en el siglo IV. Se celebraba allí a los cuarenta días de la fiesta de la epifanía, el 14 de febrero. La peregrina Eteria, que cuenta esto en su famoso diario, añade el interesante comentario de que se "celebraba con el mayor gozo, como si fuera la pascua misma"'. Desde Jerusalén, la fiesta se propagó a otras iglesias de Oriente y de Occidente. En el siglo VII, si no antes, había sido introducida en Roma. Se asoció con esta fiesta una procesión de las candelas. La Iglesia romana celebraba la fiesta cuarenta días después de navidad.
Entre las iglesias orientales se conocía esta fiesta como "La fiesta del Encuentro" (en griego, Hypapante), nombre muy significativo y expresivo, que destaca un aspecto fundamental de la fiesta: el encuentro del Ungido de Dios con su pueblo. San Lucas narra el hecho en el capítulo 2 de su evangelio. Obedeciendo a la ley mosaica, los padres de Jesús llevaron a su hijo al templo cuarenta días después de su nacimiento para presentarlo al Señor y hacer una ofrenda por él 1.
Esta fiesta comenzó a ser conocida en Occidente, desde el siglo X, con el nombre de Purificación de la bienaventurada virgen María. Fue incluida entre las fiestas de Nuestra Señora. Pero esto no era del todo correcto, ya que la Iglesia celebra en este día, esencialmente, un misterio de nuestro Señor. En el calendario romano, revisado en 1969, se cambió el nombre por el de "La Presentación del Señor". Esta es una indicación más verdadera de la naturaleza y del objeto de la fiesta. Sin embargo, ello no quiere decir que infravaloremos el papel importantísimo de María en los acontecimientos que celebramos. Los misterios de Cristo y de su madre están estrechamente ligados, de manera que nos encontramos aquí con una especie de celebración dual, una fiesta de Cristo y de María.
La bendición de las candelas antes de la misa y la procesión con las velas encendidas son rasgos chocantes de la celebración actual. El misal romano ha mantenido estas costumbres, ofreciendo dos formas alternativas de procesión. Es adecuado que, en este día, al escuchar el cántico de Simeón en el evangelio (Lc 2,22-40), aclamemos a Cristo como "luz para iluminar a las naciones y para dar gloria a tu pueblo, Israel".