ORAR CON LAS MANOS
ALZADAS Y LIMPIAS
XXV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (2013)
El Señor nos pide un corazón puro, un corazón que no sea
esclavo de las cosas de este mundo. El
afán de las riquezas sólo lleva a querer desear más y más, y es que, el corazón
del hombre cuando se quiere llenar de dinero y el poder, no encuentra límite, no
puede el hombre saciarse de aquello que sólo lleva a una codicia que no tiene
tope ninguno, sólo la generosidad y el desprendimiento salva lo más profundo
que tenemos en nuestro ser.
Para ello el Señor nos pide que seamos pobres, pobres en
cuanto somos seres necesitados de Dios y por nuestra condición también de los
bienes de este mundo, aceptemos nuestra condición de pobreza, y que sólo el
Señor nos revelará donde se encuentra nuestra verdadera riqueza y por lo tanto
de que tiene que llenarse nuestro corazón.
Para servir a Dios por encima del dinero y del poder es
necesario orar con las manos alzadas y limpias de ira y de divisiones, las
cosas de este mundo dividen y enfrentan a las personas hasta destruirse en
muchos casos.
Los profetas, Jesús y los apóstoles denunciaron el afán por
las riquezas. Así el profeta Amós recrimina la corrupción de su tiempo. El amor
al dinero y al poder llevar a cometer grandes injusticias, cuyas víctimas casi
siempre son los pobres.
Jesús quiere que descubramos la verdadera libertad que nos
permite no ser esclavos de nuestros instintos primarios, que se agudizan con la
ausencia de Dios.
Por eso tenemos que ser astutos y servirnos de las cosas de
este mundo para el bien, nunca para dejarnos llevar por el mal, que nos seduce
para tener más y más sin importarnos las consecuencias y lo que podamos
perjudicar a los demás y a nosotros mismos.
Astucia e inteligencia que emana del amor de Dios que nos permite
ser verdaderamente libres.
Javier Abad Chismol.